Artículo escrito por Nuria Álvarez Cofán, Técnico Superior en Audiología Protésica y audioprotesista del Centro Auditivo Aural de Ourense.  

 

Desde muy pequeños, en las fiestas de los pueblos y ciudades, la exposición al ruido de petardos ha sido normalizada entre niños y adultos, y no se le ha dado la importancia que merece. Siempre se ha considerado un juego, una tradición. La sociedad en general no es consciente de los riesgos que puede suponer para nuestra salud auditiva el uso recreativo de estas pequeñas detonaciones tan arraigadas en nuestra cultura. El hecho de que sea una práctica tan popularizada aumenta su peligrosidad, ya que tanto adultos como niños la suelen practicar normalmente sin ningún tipo de protección.

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¿Cuántos decibelios emite un petardo?

Según una lista elaborada por la Comisión de Audiología de la SEORL (Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello), la detonación de un petardo puede alcanzar los 110 decibelios. Para proteger nuestra salud auditiva, los adultos deberíamos mantenernos alejados una distancia de al menos 15-20 metros de la explosión, y los niños a 50-60 metros.

El límite de decibelios admitidos por la OMS para proteger nuestra salud auditiva es de 85 dB. Si hablamos de ruidos impulsivos (por ejemplo, la detonación de un petardo), el límite de presión sonora sería 140 dB en adultos y 120 dB en niños. A partir de este volumen, un factor clave para que pueda llegar a existir daño en el oído es el tiempo de exposición.

Un petardo se clasificaría dentro de los ruidos que se conocen como discontinuos o impulsivos. Esto quiere decir que es algo puntual, no es un sonido al que estemos expuestos durante largos periodos de tiempo. A medida que aumentamos la intensidad de la detonación, disminuye el tiempo necesario para provocar un daño en el oído. Según la OMS, son necesarios 90 dB durante más de 8 horas para dañar alguna de nuestras células ciliadas. Con 100dB bastarían 15 minutos para provocar un daño, y con 110dB en pocos segundos podemos tener un daño auditivo irreversible.

¿Qué parte del oído se daña con el sonido del petardo?

Cuando explota un petardo, la parte más sensible del oído, las células ciliadas externas del oído interno, se pueden dañar sin capacidad de regenerarse.

La primera manifestación de lo que se conoce como trauma acústico agudo (el provocado por ruidos impulsivos) suelen ser los molestos acúfenos, pitidos que se producen, por ejemplo, después de una fiesta, de un concierto o de una explosión o espectáculo de pirotecnia si estamos lo suficientemente cerca. Estos acúfenos, en la mayoría de ocasiones, desaparecen después de unas horas, pero también pueden quedarse con nosotros de forma continuada, con todo lo que esto implica para la salud de la persona, provocando problemas de ansiedad, estrés o insomnio.

Nuestro cuerpo tiene varios mecanismos de defensa frente a ruidos fuertes. En el oído, el reflejo estapedial, que es la contracción refleja e involuntaria del músculo del estribo frente a sonidos de alta intensidad, protege a nuestro oído interno de los daños irreversibles que pueden ocurrir a nivel de oído interno.

El problema es que este mecanismo tiene un tiempo de reacción de 200 ms, y cuando se trata de un petardo, el tiempo en el que ocurre la explosión es menor, dejando al oído interno más vulnerable.

El ser humano no ha estado expuesto a niveles de ruido tan altos a lo largo de su existencia hasta la época actual. Es por este motivo por el que nuestros mecanismos de protección naturales no han evolucionado tanto para protegernos frente a ellos. Quizás esto es así porque el cuerpo es inteligente y la solución debería seguir siendo alejarnos y no exponernos voluntariamente.

En relación a esto tenemos que pensar especialmente en la salud auditiva de los niños, ya que suelen estar más expuestos a estos riesgos, tanto porque su sistema auditivo todavía no está maduro, como porque este tipo de “juegos” se asocian más a ellos.

Según explica el doctor Zernotti (Jefe de Otorrinolaringología del Sanatorio Allende en Córdoba, Argentina) en su conferencia sobre trauma acústico, una variable importante a la hora de cuantificar los daños es la susceptibilidad individual. Como en cualquier enfermedad, factores metabólicos, vasculares o genéticos, van a hacer que, a un mismo nivel de exposición al ruido, a unas personas les afecte más que a otras por su propio estado de salud general.

 ¿Qué pasa si te explota un petardo al oído? Riesgos y consecuencias.

Si nos explota un petardo en el oído, es muy probable que el daño a nivel interno sea inmediato, ya que en este caso la intensidad es máxima y la distancia mínima.

Cuando la vibración de la explosión entra en nuestro oído pasa por el tímpano, que es la fina membrana que separa el oído externo del oído medio (donde están los huesecillos). Esta membrana se podría llegar a romper con la detonación si la intensidad es suficiente. Esa rotura suele resolverse por sí sola en semanas, aunque también podría ser irreversible, con los riesgos de infección que supondría.

La vibración sigue su camino hacia el oído interno, pasando por los huesecillos del oído medio (martillo, yunque y estribo); estos vibran de forma exagerada y el movimiento generado en el oído interno es muy brusco. Este movimiento hace que las células altamente sensibles que tenemos en el oído interno, las células ciliadas externas, se mueran sin posibilidad de volver a regenerarse.

Lo que puede provocar todo esto es una pérdida de audición con mala discriminación que puede empezar en la frecuencia 4000 Hz (la zona más sensible) y extenderse por todos los sonidos más agudos, llegando a provocar una hipoacusia que afecte en la vida de la persona.

Cómo proteger tus oídos de los petardos

La clave a la hora de protegerse es prevenir. Lo ideal sería intentar evitar estar expuesto al sonido de los petardos. Si esto no es posible lo importante es mantener toda la distancia que podamos ante estas fuentes de sonido, ya que por cada metro que nos alejamos del ruido estamos disminuyendo 6dB la intensidad. La última opción sería utilizar protectores auditivos.

Existen dos tipos de protectores para el ruido en general, que se pueden aplicar a ruidos impulsivos: las orejeras o cascos protectores, que cubren todo el pabellón auditivo y pueden atenuar hasta 30-35 dB y los de inserción, que se sitúan dentro del conducto auditivo e incluso pueden ser hechos a medida. Estos últimos nos atenuarían aproximadamente 20-25 dB. Tendríamos la posibilidad de utilizarlos simultáneamente, según nos recomienda también el doctor Zernotti en la conferencia sobre trauma acústico.

La Presidenta de la Comisión de Audiología de la SEORL, la doctora María José Lavilla, explica en una entrevista cuáles son los perfiles de mayor riesgo a la hora de exponernos a ruidos: tener antecedentes familiares de sordera, haber padecido anteriormente un trauma acústico o problemas de oído, o la ingesta frecuente de medicamentos ototóxicos (aspirina, paracetamol o AINES) hace que estas personas tengan que tener especial cuidado de su salud auditiva.

También menciona otros riesgos para la salud general asociados al ruido, como problemas cardiacos, aumento de la tensión arterial, infartos, insomnio, alteración del carácter e irritabilidad y disminución de la capacidad de concentración.

Llegados a este punto deberíamos tener clara la importancia de protegernos adecuadamente del sonido de los petardos y del ruido en general para cuidar nuestra salud auditiva.

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Sobre el ruido de los petardos, por Federico Miyara

El ruido de las armas de fuego recreativas, por Michael Stewart, PhD, CCC-A, Profesor de Audiología, Central Michigan University

¿Cuáles son los ruidos más dañinos?. SEORL.

Pirotecnia: Oídos en peligro. Mutualidad argentina de hipoacúsicos.

Trauma acústico. Lesión por exposición a ruidos. Mario E. Zernotti